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<<Ariadna, Betsabé, Danae, Diana, Eva, las Gracias, las ninfas, las musas, Pandora, Tetis, Venus o Afrodita son figuras del imaginario occidental a las que se ha asociado la seducción, el extravío, la catástrofe sin precedentes o la belleza intangible, el umbral de la esterilidad.>>

 

Fernando Castro Flores,

“Artificios: Una interpretación (neo) barroca de la estética de Paloma Navares”

 

 

 

La mujer como individuo, la mujer como objeto, en cualquier caso, desde siempre, enfrentada a escoger su rol de una dicotomía compuesta por la mujer virgen o la mujer puta.

 

La identificación de lo femenino con el pecado, el vicio y la vileza tienen sus antecedentes en los mitos, que sentaron las bases de nuestra cultura; Pandora, Circe, Medusa. Que se verán reforzados, más tarde, por las doctrinas moralistas judeo-cristianas en cuyos relatos encontramos a Eva, Salomé, Jezabel o Dalila, encarnadoras de la corrupción, una ruina para el hombre y para su fe. Como escribió San Jerónimo en uno de sus escritos, “ la mujer es la puerta del diablo, la senda de la inquinidad, la picadura de la serpiente, en una palabra, un objeto peligroso” y la opresión se convirtió en el elemento represivo a nuestra naturaleza, se capó la sexualidad  y la autonomía como individuo racional. La sociedad tomó dos posturas con la mujer, relegándola  al hogar, protegiéndola de tomar decisiones, alabando cualidades como la pureza, el acto de la maternidad.

 

Esta represión es encarnada por la creación de la figura de la gran madre, María. Se creó un  modelo por el cual las mujeres han de construir su personalidad, lo que queda fuera del modelo obviamente no es permitido, por lo tanto entendemos la religión no sólo como una forma de dar al ser humano respuesta que en principio a cuestiones que no la tienen, sino una puesta en escena cómplice del sistema patriarcal y es este contexto religioso el que legitima comportamientos de opresión y desigualdad.

 

El control no solo fue una imposición moral, sino que se mantuvo a la mujer ausente de la cultura , la organización social y la toma de decisiones políticas, creando seres no adultos ni desarrollados intelectualmente que siempre necesitarían de esta protección frente a la trabas creadas para fomentar la necesidad de amparo y solo permitiéndoles actuar  en la banalidad.

 

A principios del siglo XX surge la voz femenina que ya no pide permiso para hablar. Se crea lo que actualmente conocemos como revoluciones femeninas pero no será hasta los 60 hasta que se sienten las bases del feminismo. Aún así los roles patriarcales hetero normativos siguen siendo el dogma de moral y ético de nuestra sociedad.

 

Así pues se construye lo que se podría denominar como la tripartición del alma femenina, categorías encarnadas en metáforas clásicas (Hera, Atenea, Afrodita,) que responden a los tres estados que nos referimos constantemente a lo largo de nuestro discurso, mujer como madre, mujer como moral, y mujer como objeto sexual o cuerpo contenedor de belleza.

La sociedad es cada vez más consciente de este lastre aún vigente repetido y alimentado por la publicidad, el cine, la música o la literatura. Lo llamativo y objeto de nuestro estudio es como las mujeres, sujetos maduros intelectualmente, seguimos deambulando sobre estos trazados, bien de manera impositiva o bien por decisión supuestamente propia.

 

Derrogamos el mito como construcción de un patrón que la religión ha perpetuado y reforzado añadiendo modelos de conducta femenina, que están totalmente asimilados.

 

Aunque se ha producido el alejamiento paulatino de la repetición del modelo de mujer, seguimos encontrándonos frente al espejo con Eva.

 

Eva como madre. La maternidad ha sido y es una tarea o dedicación casi exclusivamente femenina, no tanto en el núcleo familiar sino social. Desde los 90 ya no se puede tomar esto como una verdad absoluta. Cuando nos referimos a esto, hablamos de que sigue siendo una norma imperante, ya que no existe equidad ni laboral ni judicial que ponga en el mismo plano al hombre frente a la mujer en cuestión de maternidad y crianza. Encontramos ejemplos en las diferencias que existen en la duración de las bajas de maternidad y paternidad, algo que a priori beneficia a la mujer pero no deja de ser una falacia. Relega a la mujer madre a asumir la crianza de su hijo durante los primeros meses, devolviendola a su función social primitiva.

 

Estableciendo una metáfora, hacemos una analogía entre las etapas biológicas de la mujer, con los tres patrones que identificamos como retrato de Eva. Así pues si Eva como madre responde a la etapa de la mujer en la que está preparada biológicamente para la concepción, Eva como pureza responde a esa otra etapa en la que ya no es ni objeto de deseo de la mirada del otro ni cuerpo fértil. Eva pureza sería pues esa abuela guardiana y jueza de la moral que alecciona, castiga y clasifica a las demás. Aunque esto pueda parecer una contradicción porque siempre se ha representado a la pureza desde la docilidad, la fragilidad y la niñez. Equiparando a la mujer con un niño al que no se le permite decidir, votar o cuestionarse lo establecido ya que se asume que no está preparado para hacerlo, y siempre cuidada, protegida, custodiada y asfixiada por un tutor.

 

Pese a ello son las mismas características que podríamos asociar a la vejez.

Si bien es cierto, la metáfora en la que nos estamos apoyando es flexible ya que el tema es más complejo que una división cerrada de categorías. Todas interactúan a la vez, se nutren y destruyen al mismo tiempo entre sí.

 

La tercera Eva es la belleza. Siguiendo con la analogía, esta última, es la etapa anterior a la maternidad como reclamo sexual para la procreación. Belleza entendida como objeto de deseo de los demás. Hecha para ser observada y disfrutada, históricamente usada solo como imagen o icono de términos como la libertad, la sabiduría, la justicia, aunque nunca como sujeto activo ni parte de la decisión. De igual manera sucede en el sexo, demonizándonos por desear un placer no permitido y luego obligándonos a autodeterminarnos por presión social confundiendo términos como libertad sexual con cuerpo sexualizado. Y siempre desde un discurso unidireccional y heterosexual.

 

El Informe Hite, reeditado en el año 2002, recoge unos cuestionarios realizados a más de 2000 mujeres con preguntas sobre sus prácticas sexuales. Este modelo de cuestionario que se realizó en el año 1976 pretendía mostrar por primera vez a la mujer como narradora y sujeto activo dentro de sus prácticas y deseos sexuales. Dentro de este libro encontramos testimonios muy variados de mujeres que van desde la insatisfacción al desconocimiento y al contrario. Establecer un patrón de conducta en torno a esto es muy complicado ya que ninguna está sometida a las mismas presiones sociales, políticas o familiares. Pero por primera vez es un tema que empieza a interesar y son ellas quienes hablan en primera persona.

 

La percepción femenina sobre la sexualidad desde los años 60 hasta la actualidad ha cambiado, pero el sexo sigue siendo en muchos ámbitos un sistema de control de nuestros cuerpos.

 

Una de las cosas que sorprenden actualmente, en relación a cómo crean las mujeres sus identidades en las redes sociales, es el uso y el abuso de esa construcción de objeto sexual que de entrada puede parecer un gesto de empoderamiento femenino y una autodeterminación. Pero que en realidad sigue respondiendo a ese juego de la mirada del otro postrándonos al voyeur. De igual manera pasa con las otras dos, Eva madre y Eva pureza, no existe una libertad de decisión sino que se trata de una imposición de la sociedad muchas veces encubierta.


Independientemente de la transformación de estos estereotipos o su actualización, estos siguen estando vigentes. con esto no pretendemos criticar el comportamiento de la mujer hoy en día, sino el condicionamiento que demuestra encerrandose a los esteriotipos.

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